Luego del 2 de abril, personalmente
quedé KO, sin ánimo de mayor cosa, sin embargo fui a las afueras del CNE a
reclamar una vez más por que no quede tela de duda sobre el proceso electoral.
Para todos quedó claro que la lucha en las calles no era por defender a un
candidato o a un partido; la pelea, la movilización y la indignación era porque
nos estaban viendo la cara de cojudos y ayer martes 18 de abril nos la
terminaron de ver.
A través de este escrito quiero
iniciar saludando a Guillermo Lasso, decirle que ha sido un verdadero
gladiador, un tipo ejemplar que decidió dejar la comodidad de su casa, su banco
y su vida “pelucona” para someterse al escrutinio público, llegando incluso en algunos momentos a que ese
escrutinio sea un verdadero escarnio público, debido a que en estos diez últimos
años, el economista, el licenciado, el
ingeniero y su acólitos se dedicaron a inocular en nuestra gente el odio, la
prepotencia, la falta de respeto, el insulto, la división y el maltrato como
forma de relación entre los ecuatorianos. Que Lasso haya dejado todo por buscar
un país mejor incluso para los insultadores, ganapanes y cobradiezmos que se
han declarado fanáticos del correísmo es encomiable y la historia le guardará
un espacio importante en sus páginas, gracias Guillermo por su entrega.
Sin embargo no debemos perder la
objetividad y espero se tome mi criterio
como una crítica constructiva y partiendo de un mínimo y elemental análisis de
la situación de las organizaciones políticas de nuestro país. Yo pregunto: ¿Qué
habría pasado si el finalista no era Lasso sino Dalo, Pesántez, Paco,
Zuquilanda o cualquiera de los otros candidatos que se quedaron en la primera
vuelta? La respuesta es sencilla: la revolución le daba hasta por el saco! Y no
en votos sino en fraude, digo esto porque cualquiera que habría llegado a la segunda vuelta tenía serias
posibilidades de llegar a tener una gran votación porque capitalizaría el hartazgo
que la gente le tiene a la revolución, pero ninguno hubiese tenido el billete
para poder enfrentar un proceso electoral fraudulento como el que vivimos y
mucho menos para gastar en un control electoral de tanto valor económico.
El fraude es indiscutible, todos
lo sabemos, inclusive los mismos correístas, pero ciertamente es un fenómeno
que no se enuncia sino que se prueba. Cuando se habla de fraude académico, por
ejemplo, (copia de un texto) hay que presentar al juez el texto del plagiador y
el texto plagiado; cuando hay fraude musical hay que presentar la melodía
original y la que supuestamente es copia de la primera; y así mil ejemplos. Ni
de lejos quiero arropar uno de los criterios del correísmo cuando aupaban el
argumento de que el fraude se prueba, sino que por mi deformación profesional
me mantengo en aquella máxima que dice “los abogados hablamos con documentos”.
El control electoral no debería
ser motivo de preocupación de las
candidaturas. Para eso hay un Consejo Nacional Electoral; pero si tenemos un
CNE lleno de devotos del correísmo se torna inevitable, indispensable, materia
de discusión y egreso ineludible de las campañas. Ese dolor de cabeza llamado
control electoral se convierte en pesadilla cuando por fuerza es visto como
negocio de alguien; se convierte en nauseabundo cuando en lugar de ser una
necesidad cívica de los ciudadanos se convierte en 20 dolaritos el domingo de
elecciones; se vuelve en una burla cuando ya cobraditos el billete no hacen su
trabajo se visten y se van.
CREO desgraciadamente no es una
organización política, es una empresa electoral en donde alguien siempre gana
algo por hacer lo que debería ser un
apostolado por la patria. Una organización política moderna que enfrenta una dictadura
debería tener un ejército de militantes que apoyen en el control electoral con
la misma intensidad con la que apoyan en la campaña simplemente por la
necesidad cívica de vencer a la dictadura y no por el estipendio, el sanduche o
la remuneración.
El 2 de abril nos robaron por dos
razones: porque la revolución no tiene asco en meterle la mano a la voluntad
popular y porque a los que les encargaron defender los votos cobraron y se
fueron. Tener cerca de cuatro mil actas de un total de cuarenta y un mil y pico
implica decir que llegaron a recolectar en números redondos el 10 por ciento
del total de actas del proceso y si eso le costó a Guillermo Lasso el valor de
4 millones de dólares como se dice que costó, estamos hablando de que cada acta
recolectada por CREO el día 2 de abril costó mil dólares cada una. Cierto es
que la democracia no tiene precio pero MIL DÓLARES POR ACTA? ¿Y que esto no sea
garantía de nada?, ciertamente es el peor negocio que Guillermo ha hecho en su
vida y lo convierte doblemente en víctima de un sistema político en donde el
que tiene el poder o el que tiene platita nomás pueden pelear.
Decía al inicio: si el finalista
era Dalo, Zuquilanda, Paco o el guambrito de la 5, toditos pelados como pepa de
guaba ¿cómo iban a financiar el famoso control electoral? Como diríamos los
quiteños: lluchos ni hablarfff! Aquí para
enfrentar a la dictadura no solo necesitamos un candidato desprendido y que
deje todo para ofrecer un futuro mejor, necesitamos también organizaciones
políticas serias, que trabajen con las bases, que sepan inculcar en su militancia
que a veces la política no se sostiene en los 20 dólares, en el sanduche o en
el refrigerio, sino que requiere de una importante dosis de civismo, amor por
la patria y convicción como lo han demostrado una y otra vez los guerreros que
estuvieron afuera del CNE en los últimos
15 días.
Que este golpe a la democracia y
a la moral de nuestro país nos sirva para salir con fuerza a enfrentar a la
dictadura del economista de Lovaina, el licenciado en no se que y el ingeniero
del rincón del vago.
Permiso