jueves, 28 de marzo de 2019

Si, cierto es, pero...



Arrancó la campaña electoral en el mes de febrero y un día antes de que eso suceda saludé a los candidatos, les deseé suerte y les exhorté a que durante la campaña hablen pensando; de esa sugerencia hubo candidatos que en efecto hablaron pensando, otros hablaron sin pensar y otros ni pensaron en hablar, lo cual hizo muy difícil el llevar adelante una campaña de propuestas, para pasar a ser un “jucho”  de slogans, ritmos destemplados, gingles con música  plagiada de canciones de moda, afiches en postes, besos y abrazos.

Caso aparte fue la campaña para el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, el mismo que lo único que hizo es recordar aquellos románticos concursos de declamación que cuando estábamos en la escuelita todos vimos alguna vez. Poco les falto a los candidatos recitar el conocido y popular “Del cielo cayó una rosa, mi abuelita la cogió, su puso en la cabecita y que linda que quedó!”, y  otros, más locuaces,  tranquilamente ganaban el concurso “Brindis del Bachiller” en el tan recordado programa Chispazos; pero este tema será materia de otro escrito cualquier otro día.

Me van a disculpar mis amigos de otras ciudades y provincias que ciertamente son bastantitos y me leen seguido, pero esta vez me voy a limitar a escribir sobre lo que pasó en Quito que es la ciudad en donde yo vivo y la que ha estado jodida los últimos 10 años en lo que yo califico como “La Década Rebuznada”.

Diez y Ocho candidatos se presentaron, 6 en realidad con algún condumio, los demás para la foto y para llenar de propaganda la ciudad. Todos hablaban de lo mismo, que si el tráfico, que si la seguridad, que si el turismo, que si el metro; tan repetitivo era el asunto que la gente a los quince días se aburrió y en lugar de decidirse por alguno llegamos a tener un nivel de indecisión que en algunas encuestas alcanzaba hasta el 49% faltando dos días para la elección.

Yo no sé cuántos de ustedes pueden rescatar algo de esta campaña, yo en realidad muy poco; de lo bueno, la caballerosidad de Solines, la buena fe de Holguín, el ñeque de Montúfar, lo jocoso de Guayaquil y los farrones de Yunda; lo malo el silencio de Moncayo, la prepotencia de Maldonado, las fantochadas de Dávalos, las jaladas de las encuestadoras  y el populismo de Yunda;  y lo feo, el video de las amantes de Montúfar (eso no se hace señores, no hay que meterse en la vida privada de la gente), los carteles de Sarzosa  y Yunda en si mismo.

Yo me pregunto: ¿Si en el norte estaba fuerte Montúfar y en el Sur Maldonado y Yunda; ¿en dónde ganaba Moncayo? Una vez más las mañas de quienes se dan a vivísimos, nos llevan al despeñadero.
Sí, cierto es que Moncayo comenzó con un 40% y remató con 17; sí, cierto es que lo que le hizo caer es el no debatir nunca; sí, cierto es que la señora Maldonado tiene 18 puntos pero que no son de ella sino de Correa; sí, cierto es que Montufar tuvo una gran votación porque la gente le percibe como honesto; sí, cierto es que debía haber un solo candidato del centro hacia la derecha para evitar la dispersión; si, cierto es que el adefesio del Rodas se comió en gran parte la credibilidad de la tendencia y casi se carga a una generación; sí, cierto es que habemos bastantes cholos en Quito (y verán que digo HABEMOS) y que votamos lindo;  todo eso es cierto, pero ninguno de esos factores hacen que la gente termine haciendo ganador a Yunda.  

No, no es cierto que Montufar, Holguín, Solines y Vintimilla sean chimbadores; no, no es cierto que la gente sea bruta para votar; no, no es cierto que Yunda sea el Alcalde del Sur; no, no es cierto que hubo fraude contra Maldonado; no, no es cierto que Correa siga en el corazón de los quiteños; no, no es cierto que las elecciones se ganen en las redes sociales; todas esas son falacias e imaginarios que son parte del chuchaqui post electoral.

Lo que yo creo está más cerca de la verdad es que entre los tres primeros candidatos suman el 60% del electorado, se imaginan si entre esos se metía la María José Carrión o el Gustavo Baroja como candidatos por Alianza País subían al menos al 70% los votos de la izquierda. Quito de un tiempo para acá se ha convertido en una ciudad devota de la izquierda en cualquiera de sus formas (populista, ignorante, ilustrada, social demócrata o tecnocumbiera), no importa si Holguín, Solines y Montúfar sumaban más de lo que sacó Yunda, lo verdaderamente preocupante es que una tendencia representada en este caso por Yunda, Maldonado y Moncayo tienen 60 puntos porcentuales del total de los votos válidos y sobre eso no hay discusión que quepa. Si entre ese  60% gana Moncayo, todos nos quedábamos calladitos: “Ya se sabía!” hubiésemos dicho; si ganaba Maldonado: “Se viene la Apocalipsis; si Correa viene de ley ganafff!” hubiésemos exclamado; pero como ganó Yunda la frustración nos hace verduguearle, longuarle, cholearle, puyosearle y ningunearle hasta ya llegar al punto de que es una virtud cívica desearle suerte porque él no tiene la culpa de ser longo (que chiquitito quedó el debate).

El problema no está en quién ganó ni en como ganó, el problema es que la tendencia del centro a la derecho no ha sabido llegar a la gente, somos unos eruditos para el análisis, campeones para la política de cafetería, encantadores analistas de club y militantes políticos de sauna, golf y contra barrera de plaza de toros. Si del otro lado de la acera a los que ahora ganaron no se trabaja en una política más cercana a la gente, una política de reconocer hasta donde nos da las sabanas para taparnos los pies y no se nos quita esa lógica de creernos más bacanes que el otro, guambritos la izquierda nos seguirá dando en el chirisique por lo menos tres elecciones más. Reflexiónelo, análicelo, luego me cuenta y estaría bueno en que trabajemos en eso.

Esperando que les haya pasado el chuchaqui electoral, me suscribo de ustedes muy atentamente.