El jueves de la semana pasada, por invitación de Boris Obando, Presidente de la Asociación Escuela de Derecho de la PUCE, fui invitado a la Sesión Solemne por los 70 años de la AED, y yo, como propenso soy a volver a los lugares en donde amé la vida, volví al Alma Mater en donde viví una época muy linda de mi vida, volví a ser un guambrito, volví a tener 23 años.
En esa reunión en donde pudimos compartir con personalidades importantes como José Ayala Lasso, Mauricio Gándara, Juan Carlos Solines y otros, nos entregaron un libro de memorias de 45 ex presidentes de la AED, hablando sobre sus vivencias y cómo fue su año de administración.
Yo escribí un modesto ensayo, que se los comparto hoy a través de este blog, espero que sea de su agrado:
CUANDO VOLVIMOS A LA CALLE
Después de cuatro años y medio de haber
hecho militancia y dirigencia en el viejo y querido Nuevo Acuerdo Estudiantil,
el mes de enero del año 2005, gracias al apoyo mayoritario de mis compañeros de
Facultad, tuve la suerte y el honor de asumir la Presidencia de la Asociación
Escuela de Derecho sucediendo al buen y transparente Presidente Carlos Coronel
Endara. La campaña de aquella jornada fue particularmente difícil, entre otras
cosas, porque era el segundo año consecutivo en que se presentaban a elecciones
tres organizaciones, reduciendo con esto al mínimo las posibilidades de
recolectar firmas de adhesión para la inscripción de las listas y complicando
muchísimo la selección de candidatos
para conformarlas; recuerdo que en aquella época las papeletas requerían de al
menos 25 candidatos por cada movimiento para poder ser calificadas, lo cual, en
la práctica implicaba 75 estudiantes de un padrón de algo más de 500 que debían
participar como candidatos en los tres movimientos, es decir algo más del 10%
de quienes conformábamos el padrón electoral tuvimos que ser candidatos en
aquella elección, algo que requería de un trabajo previo y estratégico fuerte,
sobre todo si se quería presentar una alternativa de calidad. En todo caso, a
pesar de aquellos escollos alcanzamos una cómoda victoria electoral sobre mi
buen amigo Salim Zaidán (hoy notable jurista y analista político) y de la representante
del Movimiento CREE de quien no tengo ningún recuerdo puesto que nunca más
volví a saber de ella ni en el ámbito público ni en el privado.
En el Nuevo Acuerdo Estudiantil habíamos
tenido que levantarnos de una derrota durísima en el año inmediatamente
anterior a la que yo me postulé, puesto que en esa elección quedamos últimos de
tres, sin tener ninguna representación, salvo una o dos vocalías en la junta de
facultad. Por ello, coincidimos dentro del movimiento que era fundamental
establecer una estrategia que no se sostenga solamente en la figura del
candidato presidencial ni en la imagen – bastante golpeada del movimiento en
aquel momento – sino principalmente mostrarle a la Facultad un proyecto que
tenga ideas y, sobre todo, gente para llevarlas adelante, gente con carisma,
capacidad académica y don de gentes; ahí estuvieron conmigo Christian Proaño
Jurado, Francisco Hurtado, Marco Jirón, Efrén Guerrero, Angélica Guerrero,
Sebastián López, Patricia Carrión, Jaime Mejía, Estuardo Abril, Francisco
Albuja, Camilo Larrea, Nicolás Solines, Mariela Moreno, Carolina Espinosa y un
largo etcétera de amigos que cumplían
con ese perfil. No solo eran buenas personas, sino que además se encargaron de
distribuirse por toda la facultad siendo ayudantes de cátedra de diferentes
materias o facilitadores de los novatos en la época de matrículas o en
actividades deportivas que hacían que de una u otra manera la facultad
identifique en quienes hacíamos el NACE tres valores que luego fueron nuestro
lema de campaña: “COMPROMISO, CONFIANZA, PARTICIPACIÓN”.
Largo es hablar de la campaña y sus
pormenores, mucho más largo es hablar de un año de administración y un ensayo
de la dimensión que me han pedido los chicos de la AED 2018, sin duda quedaría
pequeño para contarles todas las anécdotas que vivimos en la cotidianidad. En
todo caso, son varios aspectos que recuerdo pretendimos plantearle a la
facultad en el ejercicio de nuestro encargo: Suprimimos la lógica
asistencialista que hacía creer que la AED era el taita de todos y era quien debía
pagar todo, comenzando a ponerle un
valor económico a las actividades lúdicas y deportivas otrora gratuitas. Dimos
paso a un proceso de organización de los recursos de la AED para que estos le
den un rédito económico a la organización como era el tema del manejo de
lockers, uniformes de selecciones y biblioteca, que hasta nuestra época se
manejaba al buen criterio de cada uno generándose pérdidas para la Asociación.
Realizamos actividades tendientes a levantar el autoestima de los estudiantes
de derecho y a despertar el sentido de pertenencia que a veces se iba
desvaneciendo y que más de una vez nos trajo los más variados conflictos con
quienes en aquella época hacían “oposición”, oposición caricaturizada
ciertamente, pero oposición al fin.
Más allá de los proyectos que fueron muchos,
de las obras de infraestructura que existieron también y de las actividades
propias del manejo de la Asociación con una relativa calidad, el año 2005 fue
un año particularmente especial, debido a varios acontecimientos de carácter
externo tales como la elección del nuevo Decano de la Facultad o el naciente
movimiento ciudadano contrario al Gobierno del Coronel Lucio Gutierrez, a lo
cuales les pusimos particular atención y por primera vez en mucho tiempo, decidimos
tomar una posición política enfática, firme, académica y sobre todo,
estudiantil y ciudadana.
Desde finales del año 2004, la AED tomó la
decisión de enfrentar la dictadura de la época, nos opusimos a la designación y
posesión de la Pichi Corte, pero fue en mi administración en donde
definitivamente le pusimos particular atención a la protesta ciudadana, a la
propuesta académica y a la unidad interna. Desde el primer día de nuestra
posesión hasta el 20 de abril de 2005, el Directorio de la AED decidió
enfrentar con decisión al Gobierno de Gutierrez, fueron días y semanas enteras
en las cuales la AED contagió con ese espíritu a toda la PUCE, y cuando me
refiero a la PUCE me refiero a estudiantes nuestros, de otras facultades,
dirigentes estudiantiles, profesores, administrativos y, por cierto,
autoridades. Recuerdo claramente lo duro que resultó “convencer” al Rector de
la época, padre José Rivadeneira, para que por fin dejemos la comodidad de las
bancas universitarias y definitivamente “rompamos la compostura” y vayamos con
decisión a liderar a esa sociedad que estaba ávida de conducción política, de
discurso esperanzador y de recambio generacional: Estuvimos desde el “NO A LA
PICHICORTE” hasta el “QUE SE VAYAN TODOS”, pero siempre con decencia, sin excesos,
con conceptos, estériles a cualquier interés político y lo más importante: juntos,
todos, como hermanos, bajo un ideal “NO A NINGUN TIPO DE DICTADURA!”.
Presentaciones en la televisión, entrevistas
en radio, reportajes en periódicos[1], debates académicos,
reuniones con más organizaciones estudiantiles, marchas, recibimos bombazos,
tomas simbólicas [2]todo
esto fue la constante durante esos meses. Cero twittazos, cero tendencias, cero
Facebook, cero Hi5, cero whatsapp, cero Instagram, cero
snapchat, en definitiva, cero redes sociales – estas estaban en pañales -, en
su lugar ñeque puro y duro; calle, movilización, suela al piso, carteles,
banderas, símbolos, propuesta, orgullo, honor; eso contagiamos, eso fuimos, ahí
estuvimos.
El padre Rivadeneira fue un gran sacerdote,
un notable Rector y un tipazo; de esos curas a la antigua: “mantenga la cordura
señor Castillo”, “No se desboque señor Castillo”, “temo por la seguridad de los
estudiantes”, “se nos puede ir de las manos y de ahí ¿cómo frenamos todo?”,
fueron frases que le escuché a menudo antes de que un martes 5 de abril del
2005 me llamó al rectorado, con indignación en sus ojos por todo lo que estaban
haciendo con nuestra patria y, parados conversando frente al cuadro de Aurelio
Espinoza Pólit, me dijo: “está bien Andrés, ustedes ganan, nos vamos a la
calle” adelante con su plan.
La PUCE de luto, los estudiantes de negro,
los edificios de la universidad con banderas negras, los medios de comunicación
al pendiente, el parque central lleno de gente, aún recuerdo la frase con la
que terminé mi discurso: “se le terminó el tiempo Coronel Gutierrez”, y
salimos! Por primera vez en muchos años 2000 estudiantes de la universidad en
las calles, caminando hacia el Congreso Nacional, con decisión, con orden en el
desorden, sin violencia pero con firmeza[3].
Le pusimos contenido a la protesta, hablamos
de Estado de Derecho, de independencia de funciones, de respeto a los derechos
civiles, de correcto manejo en la política, eso nos abrió puertas y nos generó
adherentes, hasta que el 20 de abril de 2005, la semilla que sembramos entre
los universitarios, unidos con el resto de la sociedad quiteña alcanzó el
objetivo más importante que nos habíamos planteado como organización
estudiantil en décadas: devolverle al país la esperanza y demostrar que si la
PUCE quiere, puede. La sociedad nos aplaudió, estuvo con nosotros y resaltó
nuestra posición, al final la tranquilidad de haber cumplido, y a pesar que por
ahí algún trasnochado quiso aprovecharse de nuestra lucha para que se le nombre
Vicepresidente de la República con el nuevo gobierno, logramos mantenernos
impolutos sobre la idea de que nuestro combate era por la Patria y no por
ningún interés particular o de grupo
Como lo dije líneas arriba es largo contar
en detalle todo lo que pasó ese año, he tratado de resumirlo al máximo, pero lo
que sí quiero decir es que mi experiencia al frente de la AED no solo que fue
un deber de honor sino también una responsabilidad cívica, fue una oportunidad
brillante para demostrar de lo que estamos hechos los ahora abogados, habré
sido aplaudido y seguramente criticado, pero sin duda la AED forma parte de las
páginas más felices de mi vida.
Les invito a los nuevos dirigentes de la
Asociación a convencerse de lo que son: líderes estudiantiles de la mejor y más
prestigiosa facultad de derecho del país, si están en ese cargo no se ahoguen
en el paseo, la fiesta o el campeonato, denle un sentido social a su liderazgo,
sintonícense siempre con la realidad nacional y hagan escuchar su voz. La magia
que tiene la política universitaria es que nadie, por más carismático e
inteligente que sea, podrá perennizarse en los espacios de representación
estudiantil porque más temprano que tarde tendrá que egresar e irse, por lo
tanto, aprovechen ese año que sus compañeros les confían para proyectarse y
proyectar a la AED hacia una sociedad que necesita de jóvenes que lideren sin
miedo y con argumentos, eso sin duda, contribuirá para que tengamos un Ecuador
mejor.
Felices 70 años AED y a seguir!
Andrés Castillo Maldonado